(Extraído del prólogo de "El Libro del Haiku")
Foto: Peter Griffin
El Zen se ha vuelto demasiado a menudo una mercancía, hecho que aniquila las posibilidades de brindar su original experiencia espiritual y emancipatoria. La transmisión del Zen, y por lo tanto su esencia descansa en una creencia: quien despierta, necesita hacer despertar al resto de los seres. Pero esta “necesidad de transmitir el Dharma” no se realiza desde el Yo, instancia de desconocimiento y alienación. No se puede comercializar, no es enseñable. No se puede consumir. Cualquiera que haya vivido lo suficiente el cotidiano Zen sabe que no hay valor económico que se pueda justificar de ninguna manera.
"El Zen se ha vuelto
demasiado a menudo una mercancía"
demasiado a menudo una mercancía"
Difícil es entonces esta coyuntura en una cultura fascinada por el goce económico y donde todo posee precio. Este punto es tal vez el más problemático y el más difícil de trasponer en el camino de una búsqueda de liberación.
Finalmente, si bien es imprescindible continuar con el trabajo de los difusores del Zen en este lado del mundo, Suzuki, Deshimaru, Watts, y otros; también es necesario que haya una trasmisión del Zen nueva, que no sea ni vulgar (como terapia, como “estilo de vida” o moda) ni dogmática (por un mero orientalismo que niega lo propio cotidiano).
El Zen se encuentra en la otra orilla del culto y del beneficio. No hay nada que buscar, la perfección ya está alcanzada.